Ebrahim Raisi, un clérigo ultraconservador que asumió la presidencia de Irán en junio de 2021, murió este domingo tras estrellarse el helicóptero en el que viajaba después de su visita a Azerbaiyán. Siempre tocado con un turbante negro y luciendo un abrigo religioso, dirigió el país en un contexto agitado a nivel internacional y de protestas a nivel local.

Condujo una estrategia para expandir la influencia de Irán en Medio Oriente con estrechos lazos con el terrorismo internacional y llevando a su país al borde de una guerra con Israel, y elevó al máximo las tensiones con Occidente tras haber desarrollado como nunca antes el programa nuclear persa.

Al asumir el cargo en agosto de 2021, el mandatario persa, de 63 años, ya figuraba en la lista negra de los responsables iraníes sancionados por Estados Unidos por “complicidad en graves violaciones de los derechos humanos”.

El ayatollah se había presentado como defensor de las clases desfavorecidas y de la lucha contra la corrupción, y fue elegido el 18 de junio de 2021 en primera vuelta en unos comicios marcados por una abstención récord para unas presidenciales, y en ausencia de ningún rival de peso, sucediendo en el cargo al moderado Hassan Rohani, que lo había derrotado en las presidenciales de 2017 y que, tras dos mandatos consecutivos, no pudo volver a presentarse.

Raisi había salido reforzado de las legislativas celebradas en marzo, que fueron las primeras elecciones a nivel nacional desde el estallido del movimiento de protesta que sacudió Irán a finales de 2022 a raíz del asesinato de Mahsa Amini, que murió a manos de la Policía de la Moral tras haber sido detenida por no respetar el código de indumentaria que rige la República Islámica.

Tras esos comicios, el presidente iraní se mostró satisfecho por el “nuevo fracaso histórico infligido a los enemigos de Irán tras los disturbios” de 2022.

De esta manera, el Parlamento, que asumirá sus funciones el 27 de mayo, estará en gran medida bajo el control de los sectores conservadores y ultraconservadores que apoyan a su gobierno.

Durante sus casi tres años de gestión mantuvo la oleada de violaciones a los derechos humanos en su país, con récord de ejecuciones y una feroz persecución contra la disidencia.

El caso más emblemático fue el de Aminique desencadenó un amplio movimiento de protesta en Irán por los derechos de las mujeres, sobre todo en las regiones de mayoría kurda, que costó la vida a cientos de personas. Otras miles, en tanto, fueron encarceladas y condenadas a varios años de prisión por el régimen.

Esas multitudinarias protestas que se dieron en todo el país fueron respondidas con una brutal represión por parte de las fuerzas de seguridad.

Durante la campaña electoral muchos iraníes y activistas de derechos humanos ya expresaban su preocupación ante la posible llegada al poder de Raisi por su papel en las ejecuciones masivas de presos políticos en la década de 1980.

Al ex jefe de Estado se lo señalaba como parte del llamado “comité de la muerte”, un grupo de cuatro jueces que en 1988 emitió secretamente sentencias de muerte contra unos 5.000 presos encarcelados cerca de Irán, de acuerdo a lo denunciado por Amnistía Internacional.

Sin embargo, el régimen nunca reconoció esas ejecuciones y Raisi tampoco se refirió al respecto.

En sus años al frente del Gobierno Raisi mantuvo la política exterior del régimen de los ayatolás, con estrechos vínculos con el terrorismo internacional, siendo considerado por Estados Unidos y gran parte de Occidente como el principal promotor de los grupos extremistas a nivel global.

Ferviente enemigo de Israel, siguió la política de financiamiento y respaldo a grupo terroristas como Hezbollah (Líbano), Hamas (Palestina), y los rebeldes hutíes de Yemen. Apoyo que se intensificó en los últimos meses tras el inicio de la guerra en Gaza, y que llevó a una creciente tensión en Medio Oriente que perdura hasta la fecha.

En medio de la escalada de tensión, el régimen de Irán lanzó un ataque inédito el pasado 13 de abril contra territorio de Israel, con 350 drones y misiles, la mayor parte de los cuales fueron interceptados con la ayuda de Estados Unidos y de otros países aliados. Acción que Teherán dijo que fue una represalia por el bombardeo israelí del 1 de abril de su complejo de la embajada en la capital de Siria.

Por su parte, bajo el mandato de Raisi, Irán enriqueció uranio más cerca que nunca de niveles aptos para armamento nuclear, lo que aumentó aún más las tensiones con Occidente, ya que Teherán también suministró drones portadores de bombas a Rusia para su guerra en Ucrania y a grupos de milicias armadas de toda la región.

Nacido en noviembre de 1960 en la ciudad santa de Mashad (noreste), Raisi fue nombrado fiscal general de Karaj, cerca de Teherán, con tan solo 20 años, tras la victoria de la Revolución Islámica de 1979.

Formó parte del engranaje judicial durante más de tres décadas: fiscal general de Teherán de 1989 a 1994, jefe adjunto de la Autoridad Judicial de 2004 a 2014, año en el que fue designado fiscal general del país.

Siempre se mostró ataviado con un turbante negro de “seyyed” (descendiente de Mahoma). Cursó las clases de religión y de jurisprudencia islámica del ayatollah Ali Khamenei.

Según su biografía oficial, fue docente desde 2018 en un seminario chiita de Mashad. Varios medios iraníes lo veían, incluso, como el posible sucesor del guía supremo, de 85 años.

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